La más grande admiradora
Mi madre siempre ha sido mi más grande admiradora. Cuando empezaba a interesarme la música, ella fue quien apostó en pagarme mis primeras lecciones a pesar de que yo me rehusaba, con mis 14 años de insoportable adolescencia, le decía: ¡Pero mamá un verdadero artista no necesita clases, necesita encontrar su estilo!
Yo quería ser libre, ser autodidacta pero ella se encargó de alinearme y pavimentar mi camino.
Cuando empezaba a dar mis primeras presentaciones, se encargaba de que sus amigas se enterasen, les mandaba un mensaje disculpándose por no poder asistir a esa reunión, pues su hijo tenía un concierto muy importante, y ella tenía que asistir. Ese “concierto importante” era en realidad un café chiquito con tres personas, cuatro con ella, que me miraba desde una silla con sus ojos verdes jade llenos de orgullo.
¡Cómo me hubiera gustado ser cantante! me decía en el auto camino a la escuela de música, como diciéndome; no arruines la oportunidad que yo no tuve.
En mi familia siempre vivimos en una casa chica, yo no tenía otro espacio para practicar que no fuera la cocina de la casa, Maru (mi madre) y yo pasamos muchas tardes juntos, yo estudiando y ella preparando comida, nos hacíamos compañía, cada quien a lo suyo, a veces cuando había alguna reunión en casa, me hacía bajar las escaleras para presentarme con sus amigas, ellas decían ah “es el músico” y mi mamá enfrente de todas ellas me decía: ¿No les vas a tocar algo? ¿Qué tal esa canción que estabas componiendo el otro día? Anda trae tu guitarra.
Y a mí me mataba de vergüenza, le pelaba unos ojos de furia, me molestaba que me expusiera de esa manera. Creo que en el fondo no me molestaba con Maru, en el fondo me molestaba que esas canciones eran en inédito para ella y no quería que señoras desconocidas que usaban excesivo perfume las escucharan, era eso lo que me liaba, que otros husmearan en nuestra confidencialidad artística de mamá-hijo.
A pesar de que ella sabía que eso me molestaba nunca bajo la guardia Maru aprovechaba cualquier oportunidad para seguirme avergonzando, hoy en día sigue hablando de mí con sus amigas diciendo que soy un músico brillante que viaja por el mundo, por suerte mi papá amortigua tal desproporción cambiando de tema, o haciendo un chiste lo cual le agradezco mucho.
Maru mejor que nadie conoce canciones que he escrito, muchas nacieron bajo su reposo, un día estaba tan emocionado porque había compuesto algo increíble que fui corriendo hasta su cama donde tomaba la siesta, la desperté para que escuchara esa obra maestra, y cuando empezaba a tocar, la guitarra se me resbaló de las manos y el mango fue a dar con su cabeza justo entre la ceja y la frente, vi como un hilo de sangre empezó a brotar de su rostro y yo horrorizado le grité a mi hermana, ella vino corriendo y dijo: ¿¡Qué carajo qué le hiciste!?
La había descalabrado tocando una canción, ella nos calmó, no se molestó, fue con tranquilidad al baño se puso una compresa y por suerte la hemorragia paró, cuando al fin se encontraba bien y todo estaba en orden de nuevo, se acostó y me dijo con una voz llena de ternura: ¿Cómo iba esa canción que acababas de hacer?
¿Se dan cuenta de lo que les digo? Había descalabrado a esa mujer, y ella aún quería escuchar esa tonta canción.
Y yo entiendo ahora, a mis años de edad, que esa vergüenza que sentía y que siento a veces cuando ella me expone no me molesta nada, porque sé que en el fondo hay alguien que me escucha, que le importan mis canciones.
Hay alguien en todo este mundo, que confía en mí.