Apagar el corazón.
Soy sensible, siento todo, aún así he conseguido apagar mi corazón de vez en vez.
Hace unos años estudiaba disciplinadamente Budismo. Iba al centro Kadampa por lo menos unas tres veces a la semana, aprendí mucho, en ese momento necesitaba un acercamiento más allá de lo cotidiano, algo que acercara mi mano cerca de Dios, o como lo quieran llamar, pensaba que la vida sin cualquier práctica espiritual, puede ser muy vacía, aún lo sigo creyendo, sino es por la música que me eleva de vez en vez, todos necesitamos de algo que nos sitúe en un lugar fuera de la tierra… aunque sea por unos momentos. Necesitamos apagar la mente, conectar con algo supremo.
Hacíamos postraciones… oraciones a los Budas, y compartíamos en clase la filosofía, y las prácticas para generar acciones virtuosas… era algo así como una acumulación de puntos para generar karma bueno. Y para por fin después de mucho intentar poder desprendernos del mundo terrenal que ocasiona dolor.
Una de las primeras maestras que me acogió fue Patricia o (Paty). De la nada una especie de vinculo enramó entre nosotros y me tomó como discípulo. Yo me encargaba de poner la música y de asegurarme que su micrófono sonara bien, ella hablaba mucho conmigo y me recomendaba lecturas, pasajes, historias. En ese tiempo, estar cerca de ella reconfortó mucho de mi ansiedad. Todos necesitamos un guía, ella lo era para mí en ese momento. Estaba tan entusiasmado con las prácticas, que en algún punto tuve una charla con un maestro superior residente en acerca de tomar el programa de iniciación, que sería como el primer trazo de una carrera como Budista. Lo pensé seriamente; ¿Podría convertirme en un monje siendo músico? Hay tantas cosas entre esos caminos que se pisotean los principios. No sé si estaba listo.
Tiempo después planeaba hablarlo con Paty, esperaba que ella pudiera arrojar en la brújula de mi incertidumbre, algún norte.
Fui de manera habitual y regular a una clase a verla pero no me recibió ella sino otra persona, pregunté con la mayor casualidad del mundo; ¿Paty no dará clase hoy? Y la mujer sin ningún intento de tacto, me miró a los ojos y me dijo: Paty murió, ya no está más con nosotros, pero está bien. Ahora pueden imaginarse el golpe en la boca del estomago que sentí, un choque violento, y cómo se empezaba a cuartear mi corazón como una taza de porcelana recién quebrada. Entré a la clase con la cabeza y el corazón hecho tripa.
Nunca pregunté de más. No lo consideré pertinente. Es así, un día de repente las luces que brillan demasiado, como a menudos pasa con las estrellas, se apagan..
Pero ¿Cómo? Era tan joven, no tendría más de 50 años. ¿qué pasó? De golpe, perdí una amiga, mi guía, mi norte… y cómo se anda en el mar de la incertidumbre sin un salvavidas. Paty murió, Dios mío. Dios mío.
Desde entonces… nunca volví al centro con la misma regularidad, me sentía vacío, lo intenté tiempo después pero mi corazón seguía cuarteado. Ya no me interesaba seguir el programa de iniciación. Me distraje en otras cosas. Apagué mi corazón por un rato.
De vez en vez, sin aviso alguno, la recuerdo… y pienso que me hace falta volver a la práctica. Volver a conectar con algo más allá. De vez en vez te pienso Paty, y te deseo desde cualquier punto del firmamento mi cariño más profundo.
Gracias. Paz.